LA NINFA Y LA FLOR

Había una vez una hermosa ninfa que vivía en el bosque. Iba por las colinas saltando entre los árboles y corriendo por las orillas de los ríos y arroyos. Era tan bonita que daba gusto verla, contemplarla; mas también era muy habladora, y cuando charlaba, y charlaba largamente, se desvanecía su encanto, pues quienes estaban con ella se aburrían de oírla sin cesar; hasta su belleza parecía que se marchitaba. 

Una vez, el constante parloteo de la ninfa enfureció tanto a Hera, la diosa de 19S cielos, que, en castigo, la privó de la facultad de hablar con sus propias frases. Todo lo que la ninfa podría decir desde aquel momento sería pronunciar las dos o tres últimas palabras de las conversaciones con los demás. A veces, incluso repetía los ruidos de algunos animales. 

Para la pobre ninfa, que estaba acostumbrada a hablar y hablar, esta era una vida muy monótona. Pero uno de aquellos días tan monótonos, tuvo una sorpresa muy rara. Delante de ella, en el bosque, estaba el hombre más guapo que había visto en su vida. Este hombre era un cazador, llamado Narciso. "Debo ver visiones", pensó la ninfa. 

Con los puños cerrados, se frotó los ojos y volvió a mirar para convencerse de lo que había visto. Aún estaba allí.
"¡Oh, si este guapo cazador dijera unas palabras que yo pudiera repetir!", se dijo suspirando. 

La ninfa no sabía que el guapo Narciso estaba tan enamorado de sí mismo que no prestaba atención a los demás, pero lo siguió en su camino, escondiéndose entre los árboles.

Narciso oyó a su espalda los pasos de la ninfa y, volviéndose, la descubrió. 

-Hola -dijo Narciso indiferente.
-Hola -repitió la ninfa.
-¿Quién eres?
-¿Quién eres?
-¿Eres tonta?
-¿Eres tonta?

Cuando Narciso oyó a la ninfa repetir lo que él decía, se puso de tan mal humor que se alejó de ella sin decir nada más. N o tenía tiempo para la ninfa y sus tontas imitaciones; lo necesitaba para pensar en sí mismo. 

La ninfa se quedó llorando. Sabía que estaba derrotada y que no tenía posibilidades de hacerse amiga de Narciso. Dicen que la ninfa quedó tan apenada que subió a una colina y se convirtió en piedra, no quedando de ella nada más que su voz, la cual todavía puede oírse hoy, repitiendo las palabras de los demás. 

Mientras tanto, Narciso no se dignaba a mirar a nadie. Solo oía a otras gentes cuando le halagaban. Los justos dios.es de los cielos, que veían sus feas acciones y que observaron el triste destino de la ninfa, decidieron castigarle por su vanidad. 

Así, un día que iba de caza pasó cerca de un lago. Se arrodilló para beber y vio su cara reflejada en el agua. Sonrió y la imagen del agua sonrió también. Los dioses hicieron que se quedara allí admirando su cara. De esta manera, maravillado por el reflejo del rostro, pasó días y días, sonriendo y haciendo gestos al agua, olvidándose incluso de comer y beber, hasta que, final- mente, se consumió. Los dioses bajaron para recoger su cuerpo y llevarlo al país de la muerte, y en el lugar donde había estado creció una hermosa flor, que recibió su nombre: el narciso




Tomado de El mundo de los niños

"Un buen lector, en la actual sociedad de la información y el conocimiento, no es quien lee mucho; es quien logra comprender, extrae conclusiones propias y toma posición frente a la información recibida".

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